El murmullo se transformó en un zumbido ensordecedor. Los invitados giraban la cabeza, algunos con gestos escandalizados, otros con sonrisas morbosas. Adrienne, pálida y con los labios apretados, dio un paso hacia Ryan.
—Ryan… —su voz temblaba, pero no de tristeza, sino de pura furia contenida—. Dime que esto no es verdad.
Ryan no la escuchó. No la veía. Todo lo que existía en ese momento era Julie, su voz y esas palabras que lo habían atravesado como un disparo. *Estoy embarazada de ti.*
El sacerdote carraspeó, incómodo. Christopher, aún de pie, parecía debatirse entre intervenir o dejar que todo ardiera.
Ryan se acercó a Julie, hasta quedar a un suspiro de distancia. Su mirada se hundió en la de ella, buscando… algo. Verdad. Coraje. Una mentira. Lo que fuera.
Y entonces la besó.
Un beso profundo, cargado de rabia, de deseo y de una certeza que ni él mismo podía explicar. Adrienne soltó un grito ahogado y varios invitados se pusieron de pie, pero Ryan no se detuvo. La sostuvo con fue