La atmósfera era densa, casi oprimente, como si el aire hubiera perdido su oxígeno. Pero Elizabeth no titubeó.
—Está bien —dijo con voz serena, dirigiéndose a Michael sin apartar los ojos de Sasha—. Que se quede. No haré un escándalo delante de tus compañeros de trabajo… y mucho menos delante de la prensa.
Hubo un murmullo bajo, como un viento contenido en los pulmones de todos. Michael giró lentamente hacia ella, desconcertado, pero ella ya había dado un paso hacia la mesa principal, con la frente en alto, como si nada hubiera ocurrido.
—¿Alguien mencionó el almuerzo? —preguntó con una sonrisa suave, dirigiéndose a Christopher, que aún tenía la copa vacía en la mano.
Christopher, asintió con una media sonrisa que no escondía su incomodidad.
—El mejor vino ya está servido. Aunque no sé si hay suficiente para lo que se viene.
Las conversaciones se reanudaron poco a poco, como si todos fingieran que aquello no era más que una interrupción menor. Sasha tomó asiento sin que nadie se lo of