La doctora respiró hondo antes de hablar. Sus ojos miraron directo a Ryan, con esa mezcla de cansancio y compasión que solo tienen quienes trabajan a diario con vidas en juego.
—Señor Campbell —comenzó con voz firme—, su esposa está estable. Tanto ella como la bebé están a salvo.
Ryan parpadeó, incrédulo.
—¿Ella… y la bebé? —repitió con un hilo de voz.
La doctora asintió.
—Ha sido un milagro que la bebé resistiera. Con la paliza que recibió su mujer, lo normal habría sido que la perdiera. Pero no… —esbozó una leve sonrisa—. Los latidos son fuertes, constantes. Está muy aferrada a la vida, señor.
Ryan dio un paso hacia adelante, temblando.
—¿La bebé?
—Sí —confirmó la doctora con un gesto claro—. Es una niña.
El mundo se detuvo. Ryan se quedó quieto, en shock, con la boca entreabierta, sin poder procesar del todo lo que escuchaba. Una niña. Una princesa. El pecho le ardió, pero esta vez no de dolor, sino de una emoción que lo sobrepasaba.
Christopher se acercó despacio. Ryan gi