Ryan no había dormido en toda la noche
Las imágenes de Julie en su cama, su olor, sus manos aferradas a él, se le repetían como un eco cruel. Necesitaba verla, necesitaba respuestas.
Subió las escaleras del edificio sin esperar el ascensor, con el corazón bombeando furia y deseo.
Golpeó la puerta. Una vez. Dos. Tres.
Por dentro, se escuchó movimiento. Julie estaba allí, lo sabía.
Pero la puerta no se abrió de inmediato.
En la sala, Bastian se giró lentamente hacia ella estaba completamente maquillada, cada golpe, cada hematoma, cada cicatrices la había borrado con base y corrector dejándola con nueva. Él llevaba la misma copa de whisky de la mañana, pero ahora su sonrisa era distinta: tranquila, venenosa.
—Abre —le ordenó con voz baja—. Vas a dejarlo entrar… y le vas a decir exactamente lo que yo te diga.
Julie negó con la cabeza, los labios temblorosos.
—Bastian… no puedo…
Él dejó la copa sobre la mesa y en un segundo estuvo frente a ella, inclinándose lo suficiente para que solo el