Los pasos firmes de un hombre resonaban por los largos pasillos del hospital, amortiguados por el brillo del mármol y el olor a desinfectante que impregnaba el aire. El eco acompasado se mezclaba con los murmullos lejanos de enfermeras, el zumbido constante de las máquinas y el lamento de una ambulancia que se desvanecía en el exterior.
El hombre avanzaba sin prisa, pero con la determinación de quien sabe exactamente a dónde va. Su traje gris oscuro parecía cortado a medida para su porte imponente; la camisa blanca resaltaba el tono dorado de su piel, y el reloj de acero brillaba con la luz fría del hospital. El maletín de cuero negro colgaba de su mano izquierda, y su caminar denotaba poder y control.
Ethan Moreau. Treinta años. Abogado personal de Pablo Santillan. Un hombre de voz grave, mirada cortante y modales pulidos. Donde quiera que entraba, el aire se tensaba, como si incluso el silencio le guardara respeto.
Llegó al área de urgencias, donde el movimiento era frenético. Se ac