Mientras tanto, Leonardo abrió el sobre con manos que apenas lo obedecían. Al deslizar la primera fotografía, el mundo se le hizo pequeño. Alicia el amor de su vida estaba en brazos de su contrincante a la presidencia, la risa ajena en una boca que él había jurado conocer. Las imágenes se multiplicaron, una tras otra, cada una era daga que se hundía más al fondo de su corazón Un ruido seco salió de su garganta; sin pensarlo, lanzó las fotos contra el suelo. Luego, en un arranque que mezclaba furia y horror, extendió el brazo y tiró todo cuanto encontró a su paso: informes, notas, el vaso de agua, haciendo que el despacho quedara hecho trizasMartín retrocedió unos pasos, las manos alzadas en un gesto instintivo de mediador. —Señor, debe tranquilizarse —dijo con la voz contenida—. Sé que la muerte de la señora Alicia le duele, pero ahora no podemos…Leonardo no le permitió terminar. Con la mirada enrojecida y la mandíbula apretada, lo miró. —No me hable de esa zorra. —Abrió otra fo
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