El doctor llegó a los pocos minutos, me revisó minuciosamente y dio un veredicto positivo. Me saldría un moretón y posiblemente un chichón, pero estaría bien, nada en mis signos y síntomas indicaba que necesitaría una tomografía o resonancia. Yo no hablaba el idioma del médico, Anuar tradujo todo, así que tuve que creerle.
Andrea ya no volvió y en parte la extrañé, pues su incesante parloteo ayudaba a calmar mi agitadamente, pues mientras trataba de conciliar el sueño, no podía quitarme de la cabeza el cabello rubio despeinado de Anuar, la forma tan delicada de limpiar mis heridas, en el tono grave de su voz… Y su cambio radical.
«No cometas el error de enamorarte de mí». No lo haría, la mayor parte de sus acciones iban encaminadas a hacerme enojar y querer rechazarlo.
Y más todavía al imaginar qué es lo que lo hizo aceptar un contrato de esta índole. ¿Tenía deudas? Tal vez era un empresario en bancarrota y necesitaba de la ayuda de papá para salir de esa. No se me ocurría alguna otra