El vuelo de regreso fue mucho más agradable que el de ida, sin turbulencia ni mareos inesperados, ya me imaginaba llegando a mi cómoda cama para dormir hasta que ya no pudiera más.

Miré hacia atrás; Óscar tenía los lentes oscuros puestos, así que no sabía hacia donde veía, pero su cabeza estaba ladeada ligeramente, así que imaginé que estaba dormido. Me sentía mal por él, Anuar lo odiaba aún más de lo que me odiaba a mí.

Anoche, cuando regresamos de nuestra intromisión a la casa de la amante, creí que Anuar ya estaría de regreso, pero me equivoqué, llegó casi al amanecer. Al menos no se enteró de mi pequeña travesía.

Mi marido estaba relajado, parecía casi tan alegre como yo de volver a casa. Vestía ropa cómoda y casual, en Mónaco, casi todos los días vestía de forma elegante.

No habíamos hablado desde que curó mis heridas. Aún recordaba su cambio radical de actitud, su postura defensiva y su frialdad. Cada vez que sacaba el tema de su razón para firmar el contrato, adoptaba esa actit