—¿Qué necesitas, Eloísa?
—Casi morí asfixiada —informé indignada—. ¿No te importa que el asesino de mamá me atacó?
—Ignoraste las indicaciones del hotel, Eloísa —al fin levantó la mirada—. ¿Cómo se te ocurre ponerte así en riesgo?
Así que fue mi culpa según él. Salí porque creí que afuera estaría más segura que adentro, ¿fue una estupidez? Sí, pero no tenía que reprochármelo.
—En cuanto al otro asunto —se puso de pie—. Estoy poniendo todo de mí para encontrar a ese infeliz.
Para ser un hombre poderoso, no le estaba saliendo muy bien.
—Eso dijiste desde que mamá murió.
—Lo subestimamos —gruñó—. Es un hijo de puta escurridizo.
Pudo haberse ahorrado el comentario, no necesitaba más preocupaciones de las que ya tenía.
Por unos minutos nos quedamos en silencio, él revisando entre mil documentos y yo buscando de qué manera convencerlo de que me dijera porqué Anuar estaba casado conmigo.
—¿Viniste a reprocharme o tienes algún otro asunto?
—Quiero saber si estar casada con Anuar me pone en