POV : Tatiana Negrete Apenas Eliot cruzó la puerta y escuché cómo el rugido de su auto se perdía en la distancia, me desplomé en el sofá. Durante unos segundos fingí que seguía llorando, por si acaso algún criado curioso venía a husmear… pero cuando estuve completamente sola, cuando sentí que no había más ojos mirándome…Estallé en carcajadas.Una risa seca, aguda, descontrolada. Como una chispa que encendía una locura que llevaba demasiado tiempo conteniéndose. Me llevé una mano al pecho, apenas podía respirar de tanto reír. ¡Dios! Si Eliot supiera lo que había pasado en realidad… si supiera a qué vino a llorarme…—Sí, Eliot… anda, búscala —murmuré, riéndome como una lunática—. Búscala por toda la ciudad, por cada rincón… y cuando la encuentres, espero que sea su cadáver lo que arrastres de vuelta. Así podré escupirle encima con todo el desprecio que le tengo.Me puse de pie, con una sonrisa cruel pintada en los labios. Caminé lentamente por la sala, esquivando los pedazos del jarró
POV : Eliot Won Pasé toda la noche sentado en los escalones de su apartamento, sin moverme, sin dormir, esperando. Cada vez que escuchaba un auto acercarse, me ponía de pie de golpe, con la esperanza tonta de que fuera ella. Pero nunca era Carolina. Solo el silencio de la madrugada y el zumbido intermitente de los postes de luz que iluminaban la calle vacía.Mi cuerpo ya me pedía descanso, pero mi mente no se rendía. Algo no estaba bien. Lo sabía. Lo sentía como una punzada clavada justo en el centro del pecho.El cielo apenas empezaba a clarear cuando el pitido de mi celular me sobresaltó. No lo pensé. Ni siquiera miré quién llamaba. Simplemente contesté, como si cada segundo contara.—¿Carolina? —pregunté, con la voz rota de cansancio y ansiedad.—Señor —dijo la voz de mi asistente al otro lado, tensa, cortante—. Le tengo malas noticias. Acaban de informarme que su esposa… que la señora Carolina ha sufrido un accidente. El taxi en el que viajaba fue impactado por un camión. El cond
POV : Tercera Persona Eliot no podía moverse. Sus piernas temblaban, sus labios seguían murmurando palabras que ni él mismo comprendía. Finalmente, con el alma desgarrada, se acercó al cuerpo que yacía frío sobre la camilla. No le importó la sangre ni el desorden del rostro. No le importó que el aire en la sala fuera helado. Solo sabía que la mujer que amaba estaba allí… o eso creía.Se inclinó lentamente, y con las manos temblorosas, rodeó el cuerpo con sus brazos. Hundió el rostro en el pecho de Carolina, como si así pudiera traerla de vuelta, como si abrazándola pudiera borrar todo. Las lágrimas caían sin cesar, mojando la tela blanca que la cubría.—Perdóname… —susurró entre sollozos—. Perdóname por no estar cuando más me necesitabas… por no protegerte… por dejarte sola.Acarició el rostro de la mujer, aun sabiendo que ese rostro ya no podía sentir. Besó su frente con una devoción dolorosa, como si pudiera transferirle vida otra vez. Se quedó así durante minutos, tal vez horas, a
El avión aterrizó suavemente en la pista privada rodeada de prados infinitos. El paisaje era de un verde intenso, salpicado de flores silvestres que se me mecían con la brisa suave. Más allá, entre árboles altos y antiguos, se alzaba una mansión de piedra blanca, majestuosa y silenciosa, como salida de otro tiempo.Axel descendió del avión primero, ajustándose el saco con movimientos calculados. Luego bajó la enfermera Carmen, sosteniendo con delicadeza los documentos médicos de Carolina. Diana, aún adormilada, caminaba de la mano de su padre, aferrando su manta contra el pecho.Por último, un grupo de hombres bajó cuidadosamente la camilla en la que Carolina yacía, inmóvil, bajo una manta ligera.Sin perder tiempo, todos avanzaron por el camino de piedras que conducía a la entrada principal de la mansión. La gran puerta de roble se abrió de inmediato, como si hubieran estado esperando su llegada. Dentro, el ambiente era cálido y acogedor: techos altos, paredes cubiertas de tapices an
El sol ya se había ocultado detrás de los árboles cuando una camioneta oscura cruzó el largo camino de piedra que llevaba a la mansión.Las luces del vehículo cortaban la neblina del atardecer, iluminando brevemente los campos verdes que rodeaban la propiedad.Axel, que estaba sentado en la sala principal junto a Diana, se levantó de inmediato al escuchar el motor.Le dio una última mirada a su hija, que jugaba tranquilamente en el suelo con unas muñecas, y salió al vestíbulo.La puerta principal se abrió, dejando entrar el aire fresco de la noche y la figura alta y delgada de Darren .Vestía ropa sencilla: pantalones oscuros, una chaqueta ligera y una gorra que apenas dejaba ver su rostro.Venía cargando una maleta médica en una mano, y su expresión era seria.Axel lo observó unos segundos en silencio, con los brazos cruzados.—Tardaste más de lo que esperaba —dijo finalmente, en tono bajo pero firme—. ¿Te aseguraste de que nadie supiera a dónde ibas?Darren asintió de inmediato, dej
La mañana era fría y silenciosa .El cielo encapotado cubría la mansión con un manto gris, y el aire olía a tierra mojada.Adentro, todo parecía estar en pausa: Diana dormía profundamente en su habitación, y Carolina seguía inmóvil, conectada a la máquina que velaba por su vida.Axel salió del cuarto donde había pasado la noche en vela, vigilándola.Sus pasos lo llevaron por el largo pasillo hasta uno de los salones laterales, donde sabía que encontraría a Darren.Efectivamente, allí estaba.Sentado de cualquier manera en un sillón, revisando unos papeles mientras bebía café de una taza que parecía demasiado elegante para él.—¿No tenías café más fuerte? —bromeó Axel al entrar, cruzándose de brazos junto a la puerta.Darren alzó la mirada y sonrió de lado.—Esto es Francia, hermano —respondió encogiéndose de hombros—. Aquí todo sabe a perfume caro.Axel soltó una risa breve, luego se acercó, adoptando una postura más seria.—Bueno... dejando el café a un lado —dijo—. ¿Cómo se ha porta
Dos días después, el cielo de Ciudad del Sur estaba despejado, pero el calor pesado se sentía incluso dentro del aeropuerto privado.El avión privado de Axel aterrizó con suavidad en la pista. Apenas se detuvo por completo, las puertas se abrieron y la escalerilla descendió lentamente.Axel fue el primero en bajar. Llevaba puestos unos pantalones negros, una camisa blanca con las mangas remangadas y unas gafas de sol oscuras que ocultaban sus ojos. Su porte era imponente, frío y elegante, como siempre. Bajó los escalones con paso firme, sin mirar hacia los lados.En la pista lo esperaba Tyrone, su asistente personal. Vestido con traje gris claro, corbata perfectamente ajustada y una carpeta de documentos bajo el brazo. A su alrededor, cinco autos negros de vidrios polarizados formaban un semicírculo, listos para escoltarlo.En cuanto Axel puso un pie en tierra, Tyrone se adelantó, abriendo los brazos en un gesto de bienvenida.—Bienvenido a casa, señor Axel —dijo con voz firme, inclin
Axel caminó hacia la salida de la mansión sin mirar atrás.El sonido de sus pasos firmes sobre la piedra se mezclaba con el murmullo lejano del viento.Apenas cruzó la gran puerta principal, Tyrone ya lo esperaba junto al auto negro, con la puerta trasera abierta.Los otros vehículos de escolta se mantenían encendidos, alineados como soldados listos para partir.Axel subió al asiento trasero con movimientos rápidos y decididos. Cerró la puerta con un leve golpe, como si al hacerlo también cerrara definitivamente el capítulo más amargo de su vida.Se acomodó contra el respaldo, soltando un leve suspiro, y se llevó una mano al cabello, pasando los dedos entre los mechones oscuros en un gesto cargado de cansancio.Tyrone se acomodó en el asiento del conductor, echando una breve mirada al espejo retrovisor antes de hablar.—¿Y ahora, señor? —preguntó con respeto—. ¿A dónde vamos?Axel mantuvo el silencio por unos segundos, mirando por la ventana cómo la mansión se alejaba lentamente mient