El tercer día empezó como si ya llevara semanas allí. Supongo que cuando algo te importa lo suficiente, tu mente se adapta más rápido de lo que crees.
Llegué a la oficina poco antes de las ocho, con mi laptop en la mochila, mi café en mano y el presentimiento de que iba a ser un día complicado. En la consultora, eso era más regla que excepción.
Me senté en mi estación, abrí el portátil y revisé la agenda. Tenía pendiente la revisión del informe preliminar para Templeton, uno de los nuevos clientes del área financiera. Era una presentación interna, aún sin cerrar, pero ya con implicancias importantes. Juliette, mi supervisora directa, me había dejado una nota impresa:
“Incorpora los ajustes de pricing dinámico para Templeton. Revisa bien las gráficas. Entrega a más tardar antes de las 15:00.”
Empecé a trabajar enseguida. Me centré en el benchmark de pricing que habíamos levantado la semana anterior, ajustando los cuadros comparativos para que reflejaran mejor el impacto en EBITDA. Lueg