La sala de reuniones estaba en silencio, salvo por el zumbido del proyector y el leve tecleo de Juliette tomando notas en su laptop. Cassian encabezaba la reunión con su habitual tono firme y analítico, señalando con el láser algunos gráficos en la pantalla.
—Y como pueden ver —dijo él, señalando un punto en la curva de crecimiento trimestral—, si el ritmo se mantiene así, podríamos alcanzar el objetivo proyectado para fin de año.
—Claro, Chef, pero ¿no deberíamos considerar también el impacto de la reestructuración del área comercial? —interrumpió Alana con total naturalidad, como si acabara de llamarlo “jefe” o “señor Longford”.
Un silencio cayó en la sala.
Cassian parpadeó. Juliette se atragantó con el café. Alex giró la cabeza con lentitud felina. Yo, por mi parte, clavé la vista en sus papeles con una tos falsa que no logró disimular mi risa.
—¿Perdón? —dijo Cassian, alzando una ceja.
—¿Qué? —respondió Alana, haciéndose la inocente—. Chef. ¿No es así como lo llaman en ciertos cír