La mansión estaba envuelta en una atmósfera cálida mientras los empleados iban y venían, preparando cada detalle para la cena especial que Stella había solicitado. Las luces del comedor brillaban con una intensidad acogedora, y el aroma de los platillos recién hechos llenaba el aire.

Verónica, quien había pasado todo el día observando con curiosidad el ajetreo, finalmente se acercó a Stella mientras esta supervisaba los últimos arreglos.

—¿Qué está pasando, Stella? —preguntó, cruzándose de brazos—. ¿Por qué tanta formalidad para una simple cena?

Stella se giró hacia ella, con una sonrisa que ocultaba algo más.

—Porque quiero que esta noche sea especial. Y tú estás invitada a cenar con nosotros.

Verónica arqueó una ceja, claramente desconcertada.

—¿Yo? ¿Por qué?

—Porque quiero que estés aquí, Verónica. Nada más. —Stella le dio una pequeña palmada en el brazo antes de caminar hacia la mesa.

Aunque la respuesta no resolvía sus dudas, Verónica aceptó con una mezcla de curiosidad y resigna