Cap. 68: Tomando las riendas.
Stella le dedicó una pequeña sonrisa antes de dirigirse a la casa de Lucía, donde debía estar recluida. Después de identificarse, un guardia la condujo al salón.
Lucía apareció unos minutos después. Su postura estaba cargada de tensión, y su mirada era fría, casi hostil. Se sentó frente a Stella con un gesto brusco, cruzando los brazos.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Lucía, con el desdén reflejado en su tono.
Stella la observó en silencio por un momento, sus ojos llenos de algo inesperado: ternura.
—¿Por qué, Lucía? —preguntó finalmente, su voz suave pero firme—. ¿Por qué me odias tanto? Cuando éramos niñas, éramos amigas. ¿Qué pasó?
Lucía parpadeó, sorprendida por la pregunta, y por un momento pareció dudar. Sin embargo, su expresión pronto se endureció.
—Siempre quise ser como tú —confesó, con una amargura que parecía haber estado contenida durante años—. A pesar de que te escondías tras esa ropa horrenda, siempre eras la más inteligente, la más culta… y la que más dinero tenía.
Stella