Isabella Romano.
Oscuridad.
Eso fue lo primero que sentí: Una neblina que me rodeaba al punto de sofocarme, como si el aire en realidad pesara toneladas.
Camino descalza sobre el frío suelo, oyendo el eco de mis propios pasos al caminar. Las paredes que me rodeaban eran blancas, como si fueran de un hospital.
Estaba en un hospital.
Entró a la única habitación que estaba abierta y me paralizo al ver a Giulia sentada en la camilla, mirándome fijamente. Su piel estaba pálida, con el cabello suelto y una mirada vacía.
—Giulia—susurro
—Hermana—sonríe Giulia y yo solo la miro fijamente por unos segundos para después bajar a mi mano—. ¿Por qué llevas mi anillo?
—Yo…
—¿Por qué duermes en mi cama, Isabella?
Intento quitarme el anillo, pero era imposible. El metal parecía haberse adherido a mi piel.
—Yo no quería… Yo…
—Vives en mi casa… Duermes en mi cama—ladea la cabeza—. Tomas a mi esposo en tus brazos.
Niego mientras trataba de buscar la manera de salir de esta habitacion.
—Me has