Isabella Romano.
Cuando entré a la cocina a las primeras horas de la mañana, sonreí al ver a Salvatore preparándonos el desayuno. Me acerco lentamente a él y lo abrazo por la espalda, dejando que mis manos reposen en su fuerte pecho.
—¿Necesitas ayuda?---pregunto
—No—niega mientras dejaba las tostadas en un plato y me mira por encima del hombro—. ¿Dormiste bien?
—Si—asiento y rozo mis uñas con su torso—aunque, me hubiera gustado despertar con sexo—susurro.
—Joder, piccola—rie mientras negaba y yo solo sonrio aun mas.
Suelto una pequeña risa y beso su mejilla para después ir hacia la encimera que estaba en el centro de la cocina, donde usualmente desayunamos.
—¿Cómo están tus padres?---pregunta Salvatore y yo levanto la mirada rápidamente. ¿a qué iba esa pregunta?.
—Bueno, bien—respondo tratando de sonar segura, pero falle.
—Que extraño—comenta
—¿Por qué?
—Porque tu padre ha pedido un tiempo en los trabajos de la organización, porque él y Rosalie no estaban pasando un buen moment