Isis se apartó de golpe, sus ojos, grandes y húmedos, se fijaron en los de él con una mezcla de horror y éxtasis. Su pecho subía y bajaba rápidamente, su mano se posó sobre el punto de su pecho donde el calor aún ardía.
Sech, aunque abrumado por la conexión, dio un paso hacia ella, extendiendo una mano con cautela.
—Tú también lo sentiste, ¿verdad? —preguntó él, su voz era un susurro ronco.
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Isis, que negó con la cabeza frenéticamente, sus manos temblando.
—Sí, pero... esto no puede ser. Dorian era mi compañero destinado. Los lobos solo tenemos un compañero en la vida, ¿cómo puede ser esto posible? ¿Qué me está pasando?
Sech tomó sus manos con suavidad, sus pulgares acariciando el dorso de ellas. Sus ojos brillaban con una paz recién descubierta.
—Estás teniendo un compañero de segunda oportunidad, mi amor. A veces sucede, cuando la pérdida es demasiado grande y el destino interviene. En cambio, para mí, es la primera vez que experimento est