Complicidad

El vapor aún flotaba cuando Sech cerró la mampara y se pegó a la espalda de Isis, rodeándola con los brazos como si no quisiera dejar ni un milímetro de espacio entre ellos.

—Oye, tú… ¿te estás escondiendo o qué? no recuerdo haber recibido invitación para acompañarte en la ducha —susurró contra su oreja, mordisqueándosela suave.

Isis soltó una carcajada bajita y se retorció un poco.

—¿Yo escondiéndome? Tú eres el que ha entrado como ninja, ha, y mi esposo no necesita invitación, Creía que estabas reunido con los ancianos del consejo.

—Los he mandado a paseo —dijo él, girándola para tenerla de frente—. Les he dicho que tenía una emergencia real: mi Luna me necesitaba en la ducha.

Ella alzó una ceja, divertida.

—¿Ah, sí? Eso ni tú te lo crees, travieso, por lo poco que conozco a los ancianos del Consejo, si tú haces eso, mínimo les da algo. Él soltó una carcajada, le encantaba la complicidad que se estaba formando entre ellos, la confianza que se había creado cuando su vínculo despertó
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