14. Donde pertenece
Lisette Lancaster
El sonido de mi despertador me sacó de golpe del poco sueño que logré tener. No me sentía descansada, pero sí decidida. Hoy era el primer día en mucho tiempo que iba a hacer algo por mí. Algo tan simple como volver a clases.
Me levanté sin pensarlo demasiado. No quería darme tiempo para arrepentirme. Abrí el armario y, por primera vez en semanas, no elegí un vestido caro ni ropa que gritara “pertenezco a una jaula de oro”.
Vaqueros ajustados. Polo blanco. Zapatillas cómodas.
Simple. Normal.
Justo lo que necesitaba.
Tomé mi mochila, que ya estaba lista desde anoche, y bajé las escaleras sin hacer ruido. No quise ver si Alejandro estaba despierto. No quería cruzar su mirada. No hoy.
Abrí la puerta de la mansión y respiré hondo. El aire fresco de la mañana me golpeó el rostro como una caricia inesperada. Por un segundo, cerré los ojos y dejé que ese momento me envolviera. Se sentía bien. Casi como libertad.
El chofer me esperaba junto al auto, de pie, co