Capítulo 7. Una advertencia
Ivy Cross
Por más que puse todo mi empeño en mantenerme alejada del personal de servicio, fue una batalla perdida desde el principio. Parecía que la propia ama de llaves de Alejandro, una mujer imponente y de modales estrictos, había dado instrucciones sumamente precisas e inamovibles: un equipo de mujeres, expertas en su labor, debía recoger absolutamente todas mis pertenencias, hasta el último objeto personal, y trasladarlas, sin excepción, a la habitación conyugal.
Protesté en numerosas ocasiones, elevando mi voz con una mezcla de frustración y desesperación. Me negué con firmeza a cooperar, insistiendo en que no era necesario este cambio. Sin embargo, ella apenas me dedicó una mirada glacial, una expresión fría cargada de desaprobación silenciosa, como si mi resistencia, mi angustia, fuera simplemente una molestia menor, un pequeño inconveniente en sus planes meticulosamente trazados.
La sola idea de compartir habitación oficialmente con mi "esposo", ese título que me quemaba en l