Después del día anterior había tenido suficientes dudas de si realmente debía acatar la orden del Alfa. Si, él era el alfa pero no había ninguna razón aparente para que él me negara el derecho a entrenar.
Por ese motivo en cuanto me desperté, me duché y vestí para el día decidiendo aparecer en los entrenamientos de esa mañana. Probablemente estaba cometiendo un grave error, pero no me quería quedar de brazos cruzados ante las palabras tan ofensivas que habían lanzado hacia mi. Por qué debía doblegarme yo ante ellos. Era una Alfa, una peculiar y aparentemente tenía habilidades y un propósito que todavía no había identificado.
No podía solo quedarme de brazos cruzados mientras veía como todos me pisoteaban. Al menos si me pisoteaban otra vez podría decir que no me quede de brazos cruzados.
Una vez frente al lugar suspiré un par de veces antes de entrar y cuando lo hice tres miradas se clavaron en mí de una forma cruda y espeluznante. Amaya, Alex y Cael y esta última era la que más pe