La paranoia, como una niebla tóxica, se había infiltrado en cada resquicio de su conciencia, transformándose en una compañera constante, en un zumbido de baja frecuencia que vibraba bajo la superficie aparentemente tranquila de cada día. Clara ya no observaba las pantallas con la única intención de descifrar informes médicos o monitorizar constantes vitales. Ahora su mirada, aguda y cargada de una tensión nueva, escudriñaba los flujos de datos buscando algo más: patrones ocultos, huellas digitales de los movimientos de John, la silueta espectral de su amenaza. Se encontró, casi sin darse cuenta, memorizando las localizaciones de las clínicas allanadas, las fechas de los incidentes, los métodos utilizados. Cada noticia era una pieza de un puzle macabro, y estudiarlo se había convertido en una necesidad obsesiva, como si al comprender la anatomía de su pesadilla pudiera, de algún modo, exorcizarla. Era el estudio minucioso de su propio infierno, cartografiado en frías coordenadas y titu