El nombre Alessio Rossi resonó en los pasillos de la clínica con el peso de una profecía siniestra. Mientras Gael se sumergía en la búsqueda digital de este nuevo fantasma, Clara sentía que las paredes de su reino de acero y cristal se estrechaban a su alrededor. Ya no era solo la doctora, la amante, la reina. Era un trofeo codiciado en una guerra entre titanes dementes.
Félix convocó un consejo de guerra en la sala de control. Asistían Clara, Gael, Rojas y, a través de una pantalla, Marcos, quien se negaba a ser excluido a pesar de su convalecencia. La imagen de Kael, ahora guardado en sus aposentos vigilados, flotaba en el ambiente como un espectro incómodo.
—Alessio Rossi —comenzó Gael, proyectando en la pantalla principal los pocos datos que había logrado desenterrar—. Hermano menor de Vittorio. Treinta y ocho años. Al contrario que su hermano, siempre evitó la primera línea. Se le conocía como el «cerebro», el estratega oculto. Desapareció tras la caída de Vittorio. —Cambió a una