Por Alberto
Ricardo me llamó para avisarme que se iban a reunir con Alice.
-No le digas que voy a estar en la reunión.
Fue casi una orden.
Cerré los ojos.
¡La iba a ver!
Estaba conmocionado.
Quizás me podría escuchar, quizás por fin creería mi versión.
Quizás…
Llegué a la productora 30 minutos antes de lo acordado.
Sally pretendió acercarse a saludarme, pero mi fría mirada le frenó.
La recepcionista, muy amable, me acompañó hasta la oficina de Ricardo.
Me hablaron de ideas, de números, de cosas que realmente no me importaban en ese momento.
Pasaban los minutos más lentos que de costumbre.
Yo estaba expectante a cada sonido fuera de esa oficina.
Quería verla, decirle, jurarle, amarla…
Por fin sentí pasos que se acercaban y unos suaves golpes en la puerta.
Al escuchar la voz de la recepcionista, me decepcioné, peor luego presté atención a sus palabras.
La puerta se abrió del todo.
Sin poder evitarlo, me paré como si tuviera un resorte y en un segundo, la estreché contra mí, envolviéndol