Tras el asesinato de sus padres, René Chapman queda bajo el cuidado de su abuelo y con el tiempo hereda el emporio familiar: la importantísima firma de abogados Chapman. Para garantizar la continuidad de su legado, su abuelo exige que se una en matrimonio y tenga un heredero. Pero en la agitada agenda del CEO Chapman no hay cabida para eso, solo hasta el día que por circunstancias de la vida conoce a Ivette Russell: una mujer, cuyo matrimonio está cargado de vacíos legales, irregularidades y desamor. En ella encuentra una oportunidad para vengarse del mafioso que acabó con la vida de sus padres y darle a su abuelo ese heredero que tanto desea. Convirtiéndose uno, en la oportunidad perfecta del otro para alcanzar la mayor suma de felicidad. Entre intrigas, tragedia y mucha pasión se desencadena esta cautivadora historia de «La divorciada del CEO»
Leer másRené Chapman, época actual.
Saludé a unas cuantas personas y esquivé tantas otras como pude, durante mi ascenso al último piso.
Con mi abuelo enfermo y sus demandas tan abrumantes, lo último que necesitaba era perder el tiempo en pláticas sociales.
—René. —Oí a mis espaldas que alguien me llamaba.
—Abogado René o doctor, en su defecto —dije con detenimiento, observando a la mujer que me había interceptado a la entrada de mi despacho.
—Disculpe, abogado. —Esta aclaró su garganta—. Verá, estoy aquí porque he investigado sobre el mejor abogado del país y es su nombre el que ha salido en el buscador.
Mi rostro no se inmutó ni un sólo instante porque, aunque presuntuoso, ya estaba acostumbrado a este tipo de comentarios por parte de los demás.
—No creo que ese haya sido el único motivo de su visita —la alenté a seguir hablando, mientras daba un rápido vistazo a mi reloj de bolsillo.
Clásico y elegante.
Podría usar un reloj de muñeca como todos los demás, pero yo no era parte del resto.
—Necesito saber si será mi abogado —tajó esta otra—, necesito que usted me garantice el privilegio de abogado-cliente. —Su voz no caviló ni un solo instante y supe toda esta mujer estaba tallada de astucia y decisión.
Entonces, por primera vez, me tomé un momento para mirarla a detalle:
Mirada cansina, ropa modesta, vendas en los dedos, cabello rubio desenfadado, modales refinados.
Dentro de mi profesión he lidiado con un sinfín de personajes, que de cierto modo me han hecho cultivar esta habilidad para leer a las personas que hasta la actualidad me acompaña.
—Muy bien, adelante. —Abrí la puerta para ella.
—¿Será mi abogado? —Arqueó ambas cejas con algo de esperanza.
—Explíqueme su caso y con gusto tendré una respuesta para usted.
En el interior de mi despacho, ambos tomamos asiento a extremos opuestos del escritorio donde un gran número de expedientes se apilaba.
—Iré al grano. —Se cruzó de piernas—. Necesito divorciarme de mi esposo y ganar la custodia de mi hija. No quiero tener absolutamente nada que ver con ese sujeto ni a lo que su familia respecta.
Casada, sin un anillo en su dedo.
—¿Me indica el motivo causal? —garabateé algo en mi agenda.
—Fue más bien un matrimonio contractual. Yo… —El nudo de su garganta subió y bajó—. Tabatha no merece el tipo de vida que él nos tiene para ofrecer. Tal vez no haya tenido la valentía suficiente para interrumpir el embarazo, pero sí que puedo divorciarme, cortar los nexos con él.
—¿Es su hija biológica, Sra…? —Me di cuenta que aún no sabía el nombre de la mujer.
—Ivette —respondió—. Mi nombre es Ivette Russell. Y sí, Tabatha es hija de ese mal hombre.
—En ese caso, me aseguraré que mi equipo de abogados encuentre algún vacío legal. Hasta ahora, ¿Sólo está interesada en el divorcio y la custodia total de su hija?, ¿Qué tal la repartición de bienes?
—Como le dije, este matrimonio fue una pantomima por parte de mis padres y él. Si hubo alguien que se lucró con este hecho, le aseguró que no fui yo. Y lo cierto es que no me interesa para nada, la verdad.
—Las marcas en su cuello, ¿Se las hizo él?
A decir verdad, lo más notorio de su aspecto no eran esas cosas que puntualicé en un principio. Si no, lo lastimada que se veían algunas partes visibles de su cuerpo.
—Fue hace poco menos de una semana, mi hija de un año lo presenció todo. Y aunque aún es una bebé, no me siento cómoda con el hecho de ser golpeada de ese modo delante de ella… mucho menos por parte de su padre.
Como este, tenía una infinidad de casos apilados en cajas. Aunque nos especializamos en atención a grandes empresas, me aseguraba que de vez en cuando el nombre de nuestra firma estuviera relacionado con casos como este.
La pantalla de mi celular se encendió y el nombre flotante de mi abuelo emergió de ella.
Maldición.
—Necesitaré muchos más detalles de los que me ha dado hasta ahora, será referida a un grupo de expertos. Usted no se preocupe por nada.
—¿Un grupo de expertos? —Los ojos de la mujer se abrieron como platos—. ¡Usted me dijo que será mi abogado! —Se colocó de pie de manera imperiosa—. ¡Le conté la verdad porque me dijo que sería mi abogado! —Repitió.
—Por favor, le pido que se calme y tome asiento—dije de un modo conciliador, cuando en realidad quería pedirle que se largara ya.
El solo hecho de esa llamada de mi abuelo ya había logrado echar a perder mi mañana. Sobre todo, porque seguía pidiendo cosas que yo no le podía dar…
—Jamás me hubiese atrevido a hablar de ello si se tratase de otra persona…
—Agradezco su fe insensata en mi —sonreí—, pero como le he dicho, nuestro Bufete cuenta con el mejor equipo. Atender y velar por los intereses de nuestros clientes siempre será nuestra prioridad. Por favor, indíqueme le nombre completo de su esposo.
—Giuseppe Roa.
Mi sonrisa se borró al instante.
»—¿Ahora entiende por qué tiene que ser usted mi abogado?
—¿Qué le hace pensar que estoy dispuesto a ayudar a la esposa del asesino de mis padres? —Ahora yo también estaba de pie—. ¿Acaso cree que sólo puede venir hasta aquí y hacerme perder mi tiempo? —espeté con severidad—. Salga de mi oficina ahora mismo, antes de que seguridad lo haga.
—Si usted no es capaz de ayudarme, entonces, ¿Quién más lo será? —jadeó—. Al igual que usted, yo también soy una víctima de ese sujeto —suspiró, rodeado el escritorio—. Por favor, ayúdeme a obtener mi libertad y haré lo que usted quiera. —Me tomó de la mano, justo en el momento en el que la puerta se abrió.
—Entonces, ¿Es por esto que has estado ignorando todas mis llamadas? —La Ruidosa voz del abuelo se expandió por todo el despacho—. ¿Por una mujer?, ¡Si lo hubiese sabido entonces no habría venido hasta aquí! —Rio de manera estruendosa.
—Oh, Srta. Que guapa es usted —dijo con galantería, acercándose hasta nosotros, para tomar las manos de la muchacha—. En verdad que mi nieto si sabe apreciar la verdadera belleza.
Joder.
La esposa de mi archirrival me miró con desconcierto sólo por una fracción de segundos, pero tan rápido como vino esa reacción, se fue.
—Muchas gracias —sonrió abiertamente—. Es lo mismo que le dicen todos cuando nos ven juntos.
Mis labios se formaron en una línea al escuchar la desfachatez de esa mujer y me pregunté en ese instante si también había empleado conmigo su habilidad para mentir, hace un par de minutos atrás.
»—Ha sido un placer conocerlo al fin. —Palmeó las manos de mi abuelo con modestia—. Pero ya es hora de irme.
—¿Tan rápido? —contestó el viejo con pesar.
—Sólo he venido a entregarle esto a su nieto —y después de ello, la mujer sacó un pequeño papel de uno de sus bolsillos—. Te veo luego —dijo con mucha seriedad.
Nuestras miradas se consumieron en un instante. Mi cara de póker no cambio ni un solo momento, sin embargo, ella se atrevió a despedir con un beso en la mejilla como si nos conociéramos de toda la vida.
—No lo pienses mucho, puedo ser tu mejor aliada —susurró.
René ChapmanYa lo había decidido y no existe nada que me haga cambiar de opinión.—No precio seguiré en esto. Ni siquiera mi carrera política entera vale todo lo que pienses hacer.—Me haré responsable por todo.—No es el hecho de que te responsabilices. Es que es una locura. No puedes prender la ciudad en llamas solo por una niña.—¡No es solo una niña! —Elevé el tono de voz—. Es mi hija. Y si tengo que quemar esta y cuatro ciudades más, entonces lo haré. No me pidas que haga algo diferente, cuando le he prometido a su madre que la llevaría de regreso a sus brazos. En ese instante, uno de los hombres de Michael se acercó a nuestro pequeño y retirado circulo.—Sres. —Hizo un asentimiento —. Se ha detectado moviendo en la mansión Roa.El gobernador y yo nos miramos a la cara.—Envía a un par de hombres allí. Iré por mi cuenta, no te verás involucrado directamente, lo prometo —dije a la carrera, mientras Michael me entregaba las llaves un auto. Lo que, básicamente, había servido de c
Ivette RussellMiré el reloj con preocupación, por cuarta vez en menos de media hora.—El tiempo no avanzará más rápido, solo porque veas el reloj.—Ya casi se puso el sol, no entiendo porque aún no me llama.—Estoy seguro que cuando haya nuevas noticias, a la primera persona que llamará será a ti.—Dios, Jul. La espera me está matando.—Respira y se paciente. —Formó una línea con sus labios—. No puedo decirte que te calmes, porque estar en tu situación debe ser desesperante.—¿Y tus contactos aún no te han dado respuesta? —Arqueé las cejas.—Nada aún. Pero no...—¿Desespere? —Lo miré con cara de pocos amigos.Cuando el hombre se disponía a decir algo, su teléfono repicó.—¿Sí? —Contestó de inmediato.—¿Quién es? —Moví mis labios para que me entendiera.—Sí. Está aquí... —Continuó hablando, alternando la vista entre mi persona y los documentos que estaban esparcidos sobre la mesa.»—Déjame ver qué puedo hacer.Después de esa última línea, simplemente cortó la comunicación.—¿Qué pasa?
René ChapmanVolar nunca había sido un problema para mí, pero hoy me sentía particularmente ansioso.—Los tenemos.—¿Qué?Miré a Michael, quién tenía el teléfono en sus manos.—Está aquí. La tenemos.Señaló algo en el GPS de su celular y pronto cambiamos el rumbo del vuelo.—Gestión de activos ubicó el auto donde se marchó la niñera.—¿Está registrado en cámara?—No es la mejor toma, pero haré que la depuren. Tenemos algo grande. Con esto no hay manera que el juez se niegue a dar una sentencia justa.Di unas cuantas palmadas en la rodilla del gobernador, sintiéndome muy agradecido.—Jamás olvidaré esto, Michael.—Con que sigas financiando mis campañas, es suficiente para mí. —Rio.Decidimos bajar en el próximo helipuerto, para seguirlos de manera terrestre.La comitiva de Michael ya la tenía rodeada y yo moría por ver los ojos de esa perra traidora.Desde que toda esta pesadilla había iniciado, me maldije a mi mismo por escuchar a Ivette y no investigarla. Si hubiese hecho valer mi
Ivette Russell—¿Qué diablos es esto? —La mirada de Jul viajaba del papel a mi.—Yo... —Vamos, Ivette. ¿Supiste esto todo este tiempo? —Me encaró.Como no dije nada, añadió:»—Esto es increíble. Aún cuando no espero nada de ti, logras decepcionarme.—Espera un momento. —Llevé ambas manos a mi pecho—. ¿Podrías considerar el hecho de que el único que no lo sabías eras tú? —espeté—. Para ya de darlo todo por sentado cuando se trata de mi. Es realmente molesto.—¿Qué estás diciendo?Su rostro pasó de molestia a dolor.—Que René no te lo haya dicho, no es para nada mi problema.—¿Por qué se guardaría para sí mismo algo como esto?—Cuando lo veas, deberías preguntarle.—No puede ser... —Cabeceó—. Si él... si lo supo desde un principio, ¿Cómo fue que accedió a casarse contigo? —inquirió.Definitivamente, esto era un montón de cosas para procesar.—Prosigamos mirando los documentos, por favor. —Te utilizó como parte de su venganza, ¿Es eso?—Te lo dije, Jul. No soy quien para responder a un
René Chapman La sensación de haber sido burlado es algo que no se irá fácilmente. Pero la desesperación que me causa no saber sobre el paradero de mi hija, no tiene comparación.Aunque a regañadientes, Michael terminó haciendo lo que le pedí y eso era un punto a mi favor.No sé cuánto tiempo de ventaja me lleva, pero al menos le pondría difícil salir de la ciudad.Si alguna deidad me acompañaba durante este proceso, al finalizar el día habría acabado este tormento.Llevar a Tabatha con su madre y que ella esté bien, es lo que más deseo.La pantalla de mi celular se activó, anunciando una llamada entrante.—¿Abuelo?Fruncí el ceño.—La gente no para de hablar de lo mismo. Y quiero que seas tú quien me diga si es o no, verdad.—Pues, últimamente con todo lo que se habla de mi es hate. Así que deberías ser más específico, abuelo.—¿Irrumpieron en tu casa y se llevaron a tu hija?—Eso no es del todo cierto, abuelo.—Ay, que alivio. En verdad...—Tabatha fue secuestrada, pero nadie ha irr
Julius ZanattaSonreí abiertamente.Nunca estuvo en mis planes. Pero, tal parece que la guerra entre Ivette y yo había iniciado.—Jactarte de algo provisorio, es la cosa más estúpida que puedas hacer.—Como sea —chasqueó la lengua—. No tengo tiempo para perder, mucho menos contigo.La seguí de cerca, monitoreando cada uno de sus movimientos.Al entrar a su habitación, la vi agachada frente a la mesilla de noche.—¿Qué es eso que tienes ahí? —pregunté con genuina curiosidad, observando el paquete que ahora tenía en las manos.—No lo sé —dijo—. Mi padre me lo ha dado, dijo que sería una especie de seguro.—¿Un seguro?Mi mente empezó a viajar a tres mil por segundo.»—Será posible que él…—¡No! —espetó, a la inmediatez, llena de indignación—. No creo que mi padre pueda…La miré con obviedad.—Por favor, Ivette. Te obligó a casarte con un hombre que no conocías. ¿Por qué no sería capaz de entregarle tu hija a ese mismo sujeto?—Te equivocas, Jul. Papá… él se veía realmente muy abatido. Y
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