Abigail se separó de cuando sintió como su tacto le quemaba. Intentó apoyar sus pies, pero no pudo. Inmediatamente sintió como el dolor punzante en su tobillo le jugaba en su contra.
Antes de que ella pudiera decir algo, él la levantó en sus brazos llevándola hasta el carro.
Estando allí, ella reaccionó. Intentó bajarse del carro pero él ya estaba en el asiento de al lado encendiendo el motor.
—¿Qué estás haciendo Rafael? —dijo intentando abrir la puerta del carro, pero esta estaba con seguro.
—¿Cómo que qué estoy haciendo? Te vi en el suelo, te ayude a levantar. Te voy a llevar a casa.
—No, por supuesto que no. Tú no puedes ir a mi casa. Estoy bien, solo tropecé. No tienes que venir a aparecer como si yo te estuviera buscando.
—No aparece porque me estuvieras buscando, iba pasando, lo que hice contigo, lo hubiera hecho con cualquier otra persona.
—Entonces ve y continúa tu camino para ver si puedes ver a otra persona a la que puedas ayudar. Porque yo no quiero que me ayudes.