Abigail abrió la puerta del carro para descender. Pero la mano de Rafael la detuvo.
No hacía falta decir nada, el solo roce de su piel con la de él, formaba un desequilibrio en sus emociones.
—No dijiste nada en todo el camino —él mencionó, haciendo que ella lo mirara.
—Solo estuve pensando, no sé si estamos haciendo las cosas de la mejor manera. —Ella suspiró—. Quiero estar contigo, de verdad quiero estar contigo, quiero que disfrutemos nuestro amor sin ningún impedimento. Sin embargo, pensar que al intentar…. Al nosotros ser felices estemos haciéndole daño a alguien más, eso es algo que no me deja tranquila. Es como si cometiera un delito.
—Yo entiendo, mirame Abi, yo entiendo.
—No, es que…
—Abi, tú sabes muy bien que quiero estar contigo y a la única mujer a la que he amado, con la que siempre he querido estar, es contigo, lo demás no importa. No pienses en eso —ella miró a otro lado, y bajó su rostro de inmediato.
Él sacó un cofre de su guantera y se lo extendió. Con la ilusi