XXXV

En eso entró alguien, se escuchó la puerta abrirse, mi madre soltó su agarre de la manguera qué me suministraba oxígeno y pegó un salto aterrada de que la descubrieran en su intento de asesinato. Ingresó Alexander acompañado de un médico, ella los miró con una extraña mueca que intentaba ser una sonrisa pero que daba más miedo que otra cosa, ambos la observaron un poco extrañados por su gesto.

—Sé activó una alarma por un ritmo cardíaco irregular en la paciente—comentó el médico—vine de inmediato, extrañamente se calmó de la nada—observó a mi madre sospechando de ella—¿usted sabe de qué podría tratarse?—ella negó en silencio—¿Segura?—preguntó el doctor.

—No sé que estaría pasando, estaba a punto de ir a pedir ayuda.

—¿Y por qué no lo hizo?—la cuestionó el médico.

—Es que me asusté... Y no sabía cómo reaccionar—dijo con un tono de voz que trataba de ser amistoso, también un poco complaciente pero el hombre no parecía convencido.

—¿Ajá?—escuché el desprecio en su voz y me alegré de que
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