El domingo siguiente, fui con Kelly al grupo. Ella estaba entusiasmada, como siempre, pero mis motivos iban más allá del ejercicio. Firenze estaba ahí, como esperaba, pero no contaba con la presencia del rubio que la acompañaba. Alto, musculoso, de esos tipos que parecen vivir en el gimnasio.
—Cristian —así lo llamó.
Lo observé durante todo el calentamiento, intentando encontrar algo que justificara su lugar en la vida de Firenze. No parecía su tipo. Era demasiado básico, un hombre que probablemente no sabía apreciar el arte ni tenía idea de lo que era un buen libro. ¿Qué hacía con alguien como ella?
Pero, claro, habían pasado años. Tal vez Firenze ya no era la misma mujer que conocí. Quizá ahora buscaba algo menos complicado, menos… como yo.
Intenté concentrarme en el ejercicio, pero mi mente no dejaba de divagar. Esa chispa que sentí al conocerla, ese magnetismo inexplicable, parecía haberse disipado. Quizá solo éramos dos personas intentando encontrar un punto en común después de t