La noche del cóctel marchó mejor de lo esperado. Pude notar la satisfacción de Grace al ser presentada como mi pareja frente a todas esas personas importantes de mi círculo de trabajo. Por un momento, creí que todo estaba volviendo a encaminarse, hasta que apareció Juliette.—Tony, demoraste en llegar —dijo una elegante rubia en sus cuarenta, con una confianza que solo podía venir de alguien que se sabía familiar conmigo.Grace apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Juliette se colocara demasiado cerca.—Hola, Juliette. Pensé que estabas fuera de la ciudad —respondí, tratando de sonar casual.—Volví antes, quería sorprenderte. Dejamos algo pendiente antes de que...—Te presento a Grace —la interrumpí, esforzándome por sonar firme—, mi novia.El rostro de Juliette apenas mostró una ligera mueca de sorpresa antes de componerse.—No sabía que tenías novia. Disculpen, tengo que atender esta llamada. —Y se alejó fingiendo revisar su teléfono.El incómodo encuentro arruinó la atmósfe
Llegué tarde. Una vez más, como si el universo se empeñara en marcarme como el desubicado de la familia. Apenas crucé la puerta, la sorpresa de todos se convirtió en una celebración forzada. Mi madre fue la primera en reaccionar, acercándose para abrazarme, pero detrás de ella, Katherine se encontraba con una sonrisa triunfal. Su mirada decía todo lo que no necesitaba escuchar: estaba solo, y eso era exactamente lo que ella esperaba. Gabrielle, de pie junto a su madre, me lanzó una mirada rápida antes de bajar la vista al suelo. Mi hija, mi sangre, cada día más lejana. Dolía, pero no podía culparla. Katherine había trabajado durante años para colocar una barrera invisible entre nosotros, y en momentos como este, podía sentir su efecto en cada gesto distante. Sofía y Dylan llegaron justo a tiempo para romper la tensión. Con sus dos hijos corriendo por la sala, llenaban el ambiente con risas y desparpajo, resaltando aún más lo vacía que estaba mi vida en comparación. Observé cómo Dyl
El regreso del viaje familiar me dejó en un estado de inquietud. Había mantenido la calma frente a Katherine y mi familia, pero todo ese esfuerzo solo reforzaba una verdad ineludible: necesitaba un heredero, un hijo varón a quien transmitir mis enseñanzas y mi legado. Por años me había convencido de que no era el tipo de hombre que aspiraba a la familia perfecta, pero este anhelo se había apoderado de mí. Grace debía alinearse con mis planes. Esa noche, mientras cenábamos, aproveché un momento de tranquilidad para plantearle la idea. —He estado pensando, Grace. ¿Qué tal si retomamos la terapia? —dije, adoptando un tono que pretendía ser casual. Ella alzó la vista de su plato, visiblemente sorprendida. —¿Terapia? ¿Tú? Pensé que no creías en los psicólogos después de las conclusiones de la última sesión. Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia. —Las cosas cambian. Quiero que esto funcione y estoy dispuesto a intentar lo que sea necesario para encontrar una solución. Grace s
Los últimos días habían sido un torbellino. El peso del trabajo parecía multiplicarse con cada hora, pero nada fue más devastador que la decisión de Adam, mi socio y amigo de toda la vida, de abandonar la empresa.—No lo tomes personal, Tony —dijo durante una reunión improvisada en su despacho, como si su partida fuera un simple trámite administrativo. Su tono era frío, calculado—. Es algo que tengo que hacer.Lo decía con una ligereza que rayaba en lo ofensivo, como si abandonar lo que habíamos construido juntos fuera solo otro paso en su brillante carrera.—¿Y nuestras proyecciones para este año? —pregunté, esforzándome por mantener el temple mientras cruzaba los brazos.Adam desvió la mirada, incómodo pero firme.—Confío en que podrás manejarlo. Eres bueno en esto, Tony.Ese intento vacío de consuelo fue casi peor que su decisión. Miré cómo recogía sus cosas con la seguridad de alguien que ya había resuelto sus problemas, dejando los míos como un simple efecto colateral.Cuando lleg
La rutina había vuelto a atraparme. Entre el caos en la empresa y mis esfuerzos por mantener mi relación con Grace, apenas podía respirar. Decidí no confrontarla sobre las pastillas que encontré, para evitar que me reclamara por invadir su espacio, pero la duda me dejaba un sabor amargo.El trabajo se convirtió en un refugio, aunque cargado de tensión. La reestructuración tras disolver la sociedad con Adam fue agotadora. En medio de todo, Lucy, mi asistente de finanzas, se convirtió en una pieza clave. Primero fue secretaria, gestionando mi agenda, y luego se especializó en áreas donde la necesitaba. Durante las largas horas de trabajo, nuestras conversaciones eran profesionales, pero algo en su manera de escuchar me hacía sentir menos solo. Llegué a verla como una aprendiz, sin las distracciones de una relación más íntima.—Tony, si reorganizamos este presupuesto, podemos cubrir la salida de Adam sin comprometer los proyectos clave. Solo necesitamos ajustar algunos gastos de marketin
La llevé al límite. La subestimé, a pesar de todas sus advertencias. Creí que la había roto lo suficiente como para tenerla nuevamente a mi merced, pero solo estaba jugando, y al parecer, iba a ganar la partida. Después de todos estos años, había logrado lo que ninguna otra pudo: hacer que me sintiera tan seguro a su lado que bajé completamente la guardia. Siempre supe que era diferente; por eso la elegí como mi esposa, como la mujer con quien quería pasar el resto de mis días. Y así hubiera sido, si su inteligencia no la hubiera llevado a descubrir todos mis secretos, a indagar en mis errores y a ver que no soy la imagen que construí para ella. No pueden culparme por no amar como el resto. No es mi culpa que no pueda sentir como mi padre amaba a mi madre, o como mi hermano ama a su esposa. Pero sé que soy capaz de amar, porque amo a mis hijos, al menos a los que tuve con ella. Ahora siento una angustia que nunca antes había experimentado. ¿Qué va a pasar con ellos después de todo e
Firenze y yo tenemos historia. La conocí cuando recién terminaba la universidad. Tenía apenas 21 años, pero actuaba como si ya conociera los secretos del mundo. Ese tipo de seguridad juvenil siempre me había resultado irritante. Cuando entró por primera vez a mi oficina, con su ropa impecable y una sonrisa contenida, sentí una punzada de fastidio.—Buenas tardes, señor Anthony. Me pidieron que suba.No levanté la vista de inmediato. Dejé que el silencio se estirara mientras revisaba un correo inexistente en mi pantalla. Quería ver si esa confianza se desmoronaba. Pero cuando finalmente la miré, seguía allí, sin moverse, los ojos fijos en mí como si nada la intimidara.—¿Sabes quién soy?—Sí, es el jefe de finanzas.No pude evitar arquear una ceja.—El gerente de finanzas , en realidad. Pero no importa. Me dijeron que tienes un cliente nuevo con una idea que insistes en que evaluemos.Firenze asintió, sin tartamudeos, sin disculpas. En cambio, abrió la carpeta que llevaba consigo y emp
Hace unos años, compartía departamento con mi hermano menor, Dylan, y nuestro primo Robert. Dylan estaba terminando la universidad, yo acababa de empezar mi maestría, y Robert cursaba algunos estudios. Teníamos un pacto implícito: aquel espacio sería un templo para nuestra soltería. Ninguno de nosotros tenía planes de compromisos serios, y nos sentíamos orgullosos de ello. Dylan, sin embargo, complicó las cosas. Aunque mantenía contacto con Angela, su novia de la adolescencia, conoció a Sophie, la "Yoko Ono" de nuestro círculo. Sophie era dulce, sí, pero demasiado pegajosa para mi gusto. Parecía un cachorro perdido que había encontrado refugio en nuestro departamento. Comenzó a frecuentarnos tanto que, antes de darnos cuenta, prácticamente vivía con nosotros. Sin embargo, Sophie no ignoraba el estilo de vida que llevábamos Robert y yo. Vampiros sociales, nos dedicábamos a la cacería cada fin de semana, acumulando conquistas y deslices. Una noche incluso organizamos una orgía en la