Pero también sabía la dificultad de este asunto. Ella simplemente no tenía suficiente peso para hacer que los Acosta cumplieran su promesa, a menos que...
Apareciera alguien que pudiera equilibrar las fuerzas con ellos.
Marisela miró al anciano frente a ella. Tendría que molestarlo una vez más.
—Eduardo, cuando firme el documento, me gustaría pedirle que sea mi testigo —dijo Marisela.
Si algo pasara, no era que quisiera que los Cárdenas la ayudaran a obtener justicia, sino que antes de eso, tuviera un efecto "disuasivo".
Porque había escuchado del mayordomo que los Acosta y los Cárdenas tenían una buena relación de generaciones anteriores, y hace un momento el abuelo Eduardo había dicho que hablaría con los Acosta para que controlaran bien a Isabella.
Eduardo al escuchar esta petición, aunque sabía que no tendría mucho efecto, asintió con la cabeza.
La noche se hizo más profunda. Matías se fue, Eduardo también regresó. Se apagaron las luces de la habitación del hospital y Marisela miró