—Acepta el regalo. Hoy no tomaré café, ya me invitarás en otra ocasión —dijo con una leve sonrisa.
—Es demasiado costoso, me siento muy incómoda. Por favor, lléveselo de vuelta —se apresuró a decir Marisela.
—Dices que es costoso sin siquiera haberlo visto —comentó Ulises.
—Señor Bustamante, si usted lo obsequia, sin duda debe ser algo extraordinario —dijo Marisela.
—Sabes muchas palabras para halagar. Tómalo, es solo una pequeñez —Ulises tomó la bolsa del regalo y la puso en las manos de Marisela.
Tal vez se molestaría si otras personas lo adularan, porque sería demasiado interesado, pero cuando Marisela lo hacía, él sabía que era algo intencional, incluso con cierto tono sarcástico.
—Ahora que aceptaste el regalo, tienes las manos comprometidas. Ya no puedes malinterpretarme ni criticarme —sonrió Ulises, y luego se dio la vuelta para irse.
Marisela no sabía qué decir.
Tenía la sensación de que Celeste definitivamente le había mostrado a Ulises sus críticas sobre él, y por un momento