Sin embargo, por los resultados de esta noche, parecía haber estado demasiado preocupada.
Aparte de que su amiga había sido manoseada un poco, prácticamente había sido la mejor actuación de toda la noche.
Marisela conversó con ella hasta que llegó a casa, y después colgó el teléfono.
Celeste entró, guardó completamente su expresión furiosa, después de darle respuestas evasivas a su madre subió las escaleras.
Ulises salió a su encuentro, con una taza en la mano, preguntando:
—¿Qué tal? ¿Esta noche hubo algún pretendiente que te gustara?
Celeste le respondió con expresión indiferente: —Ulises, ¿sabes a qué te pareces?
Ulises se mostró confundido.
—Te pareces mucho a un proxeneta de la antigüedad que conseguía clientes para las chicas —sonrió Celeste.
Ulises se sintió impotente.
—¿Cómo hablas así? Te estoy cuidando, considerando tu futuro feliz —dijo Ulises.
—¿Crees que porque te guste alguien voy a aceptar casarme? Yo tengo que investigarlo personalmente, si no pasa mi prueba no sirve.
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