Además, ese hombre tenía dinero, una vez que supiera su nombre, encontrar el hotelito donde se estaba quedando sería cosa de minutos.
—¿Por qué me preguntas eso? Mi nombre es información personal —dijo Isabella con desconfianza.
10 millones de dólares, esa era su última esperanza de salir adelante, su salvación.
Así que aunque al principio había tenido intenciones con este hombre joven, no iba a perder la cabeza y tirar a la basura esos 10 millones.
—Por favor no malinterprete, no soy un delincuente —al escuchar la desconfianza en la voz de la chica, el hombre se apresuró a explicar.
Que tuviera precaución era bueno, si realmente era su hermanita, se sentiría aliviado, al menos sabía cómo protegerse.
—¿Entonces para qué me preguntas mi nombre? —le devolvió la pregunta Isabella.
—Y además, antes de preguntarle el nombre a una dama, ¿no deberías presentarte tú primero? Esa es la cortesía básica de un caballero —le regresó el golpe.
El hombre se quedó callado por un momento, luego dijo:
—