Gemma tomó la mano que Sebastian le extendía y bajó del coche. Aquella mañana, él había decidido que irían juntos al trabajo. Ella no había puesto ninguna objeción; no existía ninguna regla en el trabajo que les prohibiera tener una relación y tampoco tenían nada que ocultar. Después de todo el tiempo que habían perdido, no pensaba desperdiciar ni un día más llevando su relación en secreto.
Apenas la puerta de auto se cerró, él la atrajo con firmeza por la cintura, acortando cualquier distancia entre ellos, y la besó. Como siempre le sucedía cuando él la besaba, se olvidó del mundo y se derritió en sus brazos. En cuanto se detuvieron, él apoyó la frente en la suya y le dio una sonrisa, mientras ambos luchaban por recuperar el aliento.
—Para el final del día, a nadie le quedará duda de que estamos juntos —murmuró, con una sonrisa.
—Ese es el plan —replicó él, con un destello posesivo en la mirada—. Así todo el mundo sabrá que ya estás tomada… y se mantendrán lejos de ti. En especial es