POV: Dante
Aurora me ve antes de que yo decida qué voy a decirle.
Desde la vereda, su ventana es un rectángulo de luz en el tercer piso. Podría ser cualquiera. Pero no lo es. Reconocería su silueta aunque el edificio entero estuviera a oscuras.
Se acerca al vidrio, corre un poco la cortina, apoya la mano en el marco. Nuestro contacto no es visual primero, sino químico: incluso desde aquí, la corriente de su olor baja por la escalera, mezclada con humedad y detergente barato.
Se queda quieta cuando me distingue.
No necesito oírla para saber lo que piensa. Esa pregunta, “¿qué haces aquí?”, lleva días siguiéndome, solo que ahora tiene la forma de sus ojos sobre mí.
La parte razonable de mí dice que no debería estar bajo su ventana, en un barrio que dejé atrás hace años. Que ya hice lo suficiente hoy: médico de confianza, ficha limpia, sistema bloqueado para que su sangre no se convierta en experimento ajeno.
La otra parte fue la que ganó cuando vi los resultados. No voy a dejar que el pr