Primer día en la isla

Carlos se quedó congelado mirando hacia su ex con la boca entre abierta y los ojos que parecía que se le iban a salir. Abigail también tenía cara de estar confundida, examinando si se trataba en verdad de Marina o no. En serio estaba en la isla, esa tonta se había atrevido a estar ahí con ellos en la boda.

Carlos posaba sus ojos de una a otro, escaneándolos, tensó la mandíbula y un calor repentino invadió su pecho. Sus ojos se detuvieron en su salvador y se entrecerraron tratando de buscar explicación a lo que veía, sin duda algo pasaba más allá de que su ex estuviera medio atrapada entre los brazos de otro hombre.

—¿Qué haces tú aquí encima de ella?— dijo con tono muy severo y de enfado, dirigiéndose al hombre que la había rescatado del agua.

—Vaya, yo también me alegro de verte. Y no pienses mal,—giró su cabeza y su mirada hacia mi, pasando sus ojos por mis labios— tan solo ayudé a una dama en apuros, por lo visto la atacó un tiburón mientras se daba un baño nocturno.— Eso último sonó a medio burla y enarqué una ceja en alto y él sonrió.

Ante las palabras del desconocido, Carlos soltó el agarre que mantenía por la cintura de Abigail, se tiró a la arena y empezó a inspeccionarme, por todas partes, extremidades, cintura,…

—¿Estás bien? Yo no veo nada de nada, no puede ser un tiburón o no estarías de una pieza—. Que tonto es, no entiende para nada el sarcasmo y la ironía.

Rápidamente quité sus manos de mi cuerpo, me daba asco, me quemaban, además ¿qué se supone qué estaba haciendo ese loco, meterme mano delante de su futura mujer? Me aparté de él y del socorrista poniéndome de pie en un segundo y sacudiéndome la arena de mi cuerpo. Abigail continuaba ahí parada, me taladraba con la mirada y no tardó en hablar.

—Marina, no creí que vinieras a la boda. Bueno, digo yo que viniste a la boda de Carlos y yo. ¿Qué otro motivo te traería aquí a esta isla si no?

—Ustedes me invitaron, ¿recuerdas? Aprovecharé al máximo estas vacaciones pagadas que se me presentan por cuenta del bolsillo de mis anfitriones.— Lo solté como un veneno, mi tono iba a muerte.

La sorpresa, la cara de sorpresa de ellos fue de lo mejor que me había pasado en días. Por el contrario el salvador sonreía y me miraba, parecía estar disfrutando tanto como yo del asunto. Sin más me giré a mi socorrista y le dije.

—Hola, no te he dado las gracias por rescatarme y salvarme de vete a saber qué andaba por el agua. Soy Marina, es un placer—. Hay que ser educada, y le tendí mi mano.

—Encantado, yo soy Pablo. Y no hay de qué, lo habría hecho por cualquiera que se encontrara en apuros—. Me estrechó la mano y una mini corriente me recorrió por todo lo largo de mi brazo, el agarre duró unos segundos. 

Ahora que lo tenía de frente había algo en él que me resultaba familiar, pero el qué no lo sé. Debía tener más o menos mi edad, entre 25 y 30 años, ojos pardos, pelo ondulado castaño y su piel de un tono aceitunado, por lo visto pasaba horas tomando el sol porque no parecía ser su tono natural. Nos soltamos cuando Carlos carraspeó, sin duda alguna ante la incomodidad del momento. Yo me había quedado absorta admirando sus facciones que me tenían pensando en algo ya conocido, pero no sabía el qué.

—Bueno, pues buenas noches yo ya me voy— Y emprendí marcha hacia mi apartamento, con tres pares de ojos que estoy segura me estaban taladrando con la mirada. Fui un poco mala y contoneé más mis caderas, es una pena que para esa noche eligiera una braguita bikini normal y corriente, un tanga hubiera estado mejor. Mi madre, estos pensamientos son culpa de mi madre, en mi mente ya solo hay venganza… 

Cuando llegué a lo alto de las escaleras donde quedaba el porche de mi apartamento, me giré y vi que Pablo y Carlos continuaban mirándome. Abigail miraba a su futuro marido pero con cara de querer asesinarlo. Bien, ¡un mini punto para mí! Para ser mi primera noche en la isla no estaba nada mal, casi me ahogo, me besa un extraño, mi ex se preocupa por mi salud y de paso sin quererlo ni buscarlo, consigo dar celos a Abigail. Enhorabuena Marina, lo estas haciendo muy bien, pensé. Esa noche ya poco más pude hacer me di un baño y me fui directa a la cama, estaba agotada.

A la mañana siguiente yo ya estaba preparada y lista para comenzar el día. Afuera pintaba un día azul, sin nubes y un sol brillante que apenas comenzaba. Ya estaba duchada, y arreglada. Me había puesto unos jeans cortos azul claro que me quedaban más arriba del muslo, pero no tan cortos como para llegar a mi entrepierna. Una camiseta blanca un poco holgada con el dibujo de unos labios rojos gigantes más o menos a la altura de mi pecho, gafas de sol y en bolso pequeño a modo de bolso cruzado para ir más cómoda. Decidí recoger mi pelo en un moño, normalmente me gusta llevar mi pelo rizado rubio suelto, pero esta vez pensé que mejor ir cómoda porque nos iban a llevar de excursión por la isla. Y lo clausuré con un calzado cómodo, unas converse de talle bajo y un maquillaje suave, no pensaba arruinarlo si hacía mucho calor.

Tan pronto como crucé el umbral de la puerta del comedor del restaurante los vi, Carlos y Abigail. Voltearon sus miradas hacia mí, tragué saliva y me dirigí a una de las mesas libres que quedaban, estábamos a pocos metros y en mi nuca podía notar la mirada de Carlos. No lo entiendo, cuando estábamos juntos no me miraba así. Dios mio que hambre, después de las emociones de la noche anterior estaba muerta de hambre. El desayuno era tipo buffet, tomé unos huevos revueltos con baicon, café con leche y un croissant. Tenía que ir con suficiente energía, no sabía adonde nos iban a llevar y tampoco tenía idea del recorrido, si iba a ser en bus o andando. Esos malditos ojos no dejaban de seguirme por todo el restaurante, no sé como no se me cayó al suelo el plato con la comida.

—Vaya vaya, volvemos a encontrarnos Marina—. Una voz que ya me era conocida me hizo mirar hacia él, se trataba de Pablo que estaba justo en mi mesa, y va y se sienta conforme soltó sus palabras. Yo lo miraba como pensando, que poca vergüenza tiene este hombre, si nadie le ha dicho que se siente.

—Hola, buenos días Pablo. Por favor siéntate— Lo dije totalmente aposta para que se me notara la ironía, pero nada le quitaba la sonrisa de los labios a ese hombre.

—Oh, lo siento ¿Estabas esperando a alguien?

—No, no para nada. He venido a este viaje sola y en cuanto termine de desayunar salgo para una excursión que ha organizado el hotel por la isla.

—Que casualidad, yo también voy a esa excursión. ¿Te molesta si te acompaño? He venido solo a este viaje y por lo menos te conozco a ti—. Pero que dice si me conoce de nada y menos.

A punto estaba de responder cuando una energía siniestra se posó junto a mi mesa, los dos miramos en su dirección y era Carlos de pie con los puños apretados y cara de pocos amigos mirando directamente a Pablo.

—Tú otra vez. ¿Qué tienes con ella? ¿Acaso no te dejé las cosas claras anoche?—. Pero de qué va Carlos, osea me pone los cuernos con mi mejor amiga y aún así se permite el lujo de montar una escena de celos. Pablo no parecía tenerle miedo, al revés levantó con los labios una medio sonrisa de lado.

—¿Pasa algo? Estamos Marina y yo desayunando tranquilos, no nos molestes— dijo Pablo.

—Marina, tenemos que hablar—. dijo Carlos volteando hacia mi. Hablar, ahora para qué después de todo para qué. 

—No tenemos tu y yo nada de qué hablar, por favor lárgate y déjanos en paz—. En sus ojos noté incredulidad, nunca le había hablado así de crudo. Pablo se levantó y se dirigió hacia mi y me tendió una mano. 

—Vamos Marina, el autobús nos espera para la excursión.— Tomé su mano y nos dirigimos hacia la puerta cogidos de la mano y continuamos así hasta llegar al autobús. Nos paramos, lo miré y solté su mano.

No sé muy bien qué le pasa a Carlos, pero parece ser que no le agrada Pablo, ya descubriré el por qué. Esos dos se conocen de algo estoy absolutamente segura. Lo único que sé en cierto es que se pone celoso con la presencia de Pablo, pues bien lo aprovecharé para mi beneficio.

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