Mundo ficciónIniciar sesiónMarina
Aún no me puedo creer que esté aquí en la isla de Venum. Mi madre quiso venir a despedirse de mi al aeropuerto y recuerdo sus palabras “Cariño, avísame cuando llegues y ya sabes, compórtate todo lo mal que puedas”. Lo dijo guiñándome un ojo, esta mujer no tiene vergüenza…desde que se enteró de lo que me hicieron había convertido esto en su vendetta personal. No puedo culparla, seguramente si yo fuera madre habría hecho lo mismo.
Ser madre, pensar en ello en el pasado me hacía soñar con tener niños, la dulce espera del embarazo y luego ver a tu bebe por primera vez, sus primeras palabras y tantas y tantas cosas que me había formado en mi mente. Eso antes era mi meta a largo plazo con Carlos, pero ahora todo se había esfumado, mis sueños de formar una familia y ser madre ahora se veían bastante lejos, me daba miedo conocer a alguien nuevo, abrirme de nuevo no iba a ser fácil. No quiero que me lastimen más y tampoco quería volver a sentir la amarga sensación de pérdida de tiempo. El avión había aterrizado sin mayor problema, apenas un par de horas de viaje y ya estaba aquí, disfrutando de este día espléndido, el cielo azul despejado ni una sola nube lo cruzaba, y el sol radiante tocando las partes de mi cuerpo que iban sin cubrir. Se sentía bien, su calor me reconfortaba, me daba fuerzas. Me encontraba disfrutando de todo esto cuando un chico se acercó a mi con un cartelito donde llevaba escrito mi apellido. Se quedó mirándome como preguntándose si sería yo o no. Que simpático… —Hola, —dije con una gran sonrisa— creo que a quien buscas soy yo. Inmediatamente el chico se relajó y le salió una risita. —Hola señorita García, me envían del hotel para llevarla a su destino. Yo llevaré sus maletas hasta el taxi. El chico inmediatamente me arrebató el carrito donde iban mis maletas y tomamos rumbo al taxi. Se me hizo corto el trayecto, era una fantasía esa isla, playas de arena blanca, agua cristalina y las palmeras, palmeras por todas partes. El ambiente olí a coco, vacaciones, verano y calor. Espero pasarlo bien en este lugar de ensueño. Me asignaron un apartamento al pie de la playa prácticamente. El hotel contaba con un bloque de pisos principal, pero también tenían apartamentos al pie del mar para clientes más selectos. Concretamente los invitados a esta boda nos íbamos a alojar en estos apartamentos, era como las típicas casitas de la playa. Gran parte del apartamento había sido diseñado y decorado en tonos blancos, azules celeste, todo en él gritaba playa, vacaciones. Después de inspeccionar que todo estuviera correcto, le di una propina al chico, y le pedí que por favor me trajeran algo de cenar con una botella de vino blanco. No me apetecía nada ir a cenar al hotel y ya estaba anocheciendo como para aventurarme yo sola por la isla, mañana tendría tiempo de explorar todo lo que quisiera. Se marchó y el tiempo pasó mientras deshacía mi maleta. Volvió con lo que le había pedido, una cena ligera de pescado a la plancha con patatitas al horno acompañado de especias. Que rico, no se si era el hambre que tenía pero estaba riquísimo todo. Abrí la botella de vino y con una copa en la mano me dirigí hacia el porche trasero donde aunque ya era de noche, podía escuchar las olas rompiendo en la orilla, suaves, lentas. Oh dios, hacía una noche estupenda y yo aún no había pisado la playa. Que calor, me daban ganas de quitarme todo e ir a bañarme en plena noche, pero estoy loca, no se si era por la copa que me estaba tomando pero empezaba a plantearme bañarme a la luz de la luna, yo que siempre he sido súper miedosa a bañarme por la noche en la playa, pero allí estaba yo dirigiéndome a ponerme un traje de baño decidida totalmente a darme un chapuzón. Corrí a toda prisa por la arena y me detuve un poco antes de donde rompían las olas, sintiendo la arena bajo mis pies, hundiendo mis dedos en ella, sentía una paz, una relajación que mi cuerpo y mente estaba deseando. No lo dudé más, cogí una bocanada de aire y me lancé al agua. Estaba riquísima, algo fría pero mi cuerpo lo necesitaba. Comencé a nadar de aquí para allá sin un rumbo, tan solo estaba disfrutando del roce del agua en mi piel, que liberación tan absoluta estaba sintiendo. De repente noté que algo rozaba mi pierna izquierda. Oh no, no puede ser, di un grito fuerte, y empecé a patalear como una loca. Lo que me había rozado volvió a pasar a toda velocidad. Oh no dios, no puede ser que tenga tan mala suerte y haya un depredador en el agua. Ya me imagino los titulares “Mujer despechada viaja a una isla paradisíaca y la mata un tiburón”. Otro grito de pánico salió de mi garganta y comencé a nadar con todas mis fuerzas, pero pronto lo que sea que me rozó esta vez me dio un fuerte coletazo y empecé a gritar como una loca pidiendo auxilio, trataba de nadar hacia la orilla pero estaba en pánico. Escuché un gran chapoteo y algo se acercaba a mi a toda velocidad, en este punto yo estaba absolutamente descontrolada y había empezado a tragar agua. Lo que sea que venía a toda prisa me agarró por detrás de mi espalda y trataba de tirar de mi, yo solo daba manotazos sin sentido intentando no hundirme. —Señorita intente relajarse o nos ahogaremos los dos.—dijo una voz de hombre con tono apurado. Un hombre, era un hombre, tengo que relajarme o nos ahogaremos. Me relajé y dejé que tirara de mí, pero aún estaba intranquila porque esa cosa seguía en el agua. Me sacó a rastras del agua, apenas podía casi caminar y estaba jadeando del esfuerzo. Me tiró boca arriba en la arena y se puso de rodillas frente a mi tratando de ver si estaba bien. —Oye mírame, ¿estás bien? Creo que has tragado mucha agua. Lo mejor es que empiece con el boca a boca. Justo en el momento que dijo esas palabras, no me dio tiempo a reaccionar, noté sus labios contra los míos y mandaba insuflaciones a mis pulmones. Abrí los ojos como platos y empecé a gritar. Lo aparté apoyando mis manos contra su pecho y lo lancé para atrás. —¡Maldita sea, pervertido! No te acerques a mí.— dije mientras me alejaba de él en la arena. —¿Yo un pervertido? Si no es por mi te habrías ahogado,—noté que paró, se pasó la lengua por los labios— vaya, ya entiendo ¿estás borracha no? —No, apenas me tomé una copa de vino. Lo que pasa es que algo en el agua empezó a atacarme y entré en pánico. Instintivamente empecé a mirar mis piernas por si llevaba un mordisco, o si me faltaba una pierna. Uff no, que alivio, estoy entera. Y allí estábamos, yo prácticamente tumbada en la arena y él de rodillas encima de mi, su brazo apoyado al lado de mi cuerpo y mirándome entera de arriba abajo buscando algún signo evidente del ataque. En ese momento escuché una voz muy familiar. —Marina ¿eres tú?—oh no, no puede ser, era la voz de Carlos. Instintivamente mi socorrista y yo nos giramos a mirar en esa dirección y vimos a Carlos que venía andando con Abigail cogida por la cintura. Vaya, sin duda venían de un paseíto romántico por la orilla de la playa. Vi rojo. ¿Qué más me podía pasar? Y era mi primera noche en la isla…






