Ponte protector solar, bella

—¡Aparta tus manos de ella!— un grito gutural nos hizo romper el momento y mirar en su dirección. Era Carlos, sorpresivamente estaba en el porche de mis vecinos, justo a mi derecha. Su cabeza sobresalía por encima de las jardineras con plantas que nos separaban.

Pero para nada Pablo me soltó, al contrario, abrazó mi cintura desde atrás, llevando mi trasero aún más hacia él.

—¿Carlos, qué haces tú en ese apartamento y por qué te crees con el derecho de pedirle a nadie que quite sus manos de mí?— dije mientras Pablo seguía abrazándome. Noté como enterró su cara en mi cuello y aspiró mi aroma. Por dios, este hombre si que sabe jugar fuerte…

Sus ojos iban de Pablo a mi y se notaba que quería responder esa pregunta, pero se lo calló. Justo cuando iba a responder, sonó el timbre de la puerta. Uf, salvada por la campana pensé.

—Pablo ¿quieres ir a ver quién es? Seguro es el servicio de habitaciones con lo que he pedido.

Pablo se soltó un poco a regañadientes de mi y sabía perfectamente que los pantalones cortos se le marcarían, pero no me importa que Carlos lo vea, todo lo contrario, lo estoy disfrutando mucho. Carlos cruzó a grandes zancadas y con gran ira, la pequeña hilera de jardineras que delimitaban los apartamentos y se paró justo enfrente de mi. Su rostro reflejaba cólera, su ira estaba apunto de estallar. La verdad no comprendo nada, me puso los cuernos con mi mejor amiga durante al menos que yo sepa un año, los sorprendo en la cama y no muestra signo alguno de arrepentimiento, es más, ni siquiera después de que los pillara en la cama se dignó a buscarme para darme un explicación. Una semana después me envió una nota de voz cancelando nuestro compromiso e informándome del año de relación que llevaba con Abigail. ¿Por qué se pone celoso ahora? Que no se me entienda mal, a mi me viene bien que se ponga celoso al fin y al cabo yo he venido aquí a hacer la puñeta a esos dos, pero me indigna su comportamiento la verdad. Que cinismo el de ese hombre.

—¿Y ahora me vas a explicar a qué estás jugando con él?— musitó Carlos en tono bajo pero lleno de ira.

—¿Jugar? Vine a esta isla para asistir a tu boda ya que tuvisteis la cara dura de invitarme. Llego y sorpresivamente soy rescatada de vete tu a saber qué por ese hombre hermoso. Hoy hemos quedado para ir a la playa y simplemente estaba poniendo crema solar por todo mi cuerpo, ya sabes lo blanquita que soy— Mentí con lo de que habíamos quedado para ir a la playa, pero me da igual y así que rabie más.

No pasó desapercibida para mí la mirada que lanzó Carlos hacia mi cuerpo cuando mencioné lo de la crema solar. Pude ver y escuchar cuando tragó saliva. Sus respiraciones subían y bajaban de su pecho agitadamente.

—No-no pensé que aceptarías la invitación, en realidad fue cosa de Abigail. Por cierto, nunca te había visto este traje de baño— casi lo dijo susurrando y llevando una mano a uno de mis tirantes en el hombro.

Di un paso hacia atrás para que no me tocara y le mostré desaprobación en mi mirada. Justo en eso llegó Pablo con la bandeja del café.

—¿Cariño, tomaremos el café aquí afuera o dentro? — otra vez con lo de cariño. Carlos lo quería matar con la mirada. Que divertido…

—Fuera, hace muy buen día y quiero tomarlo escuchando los sonidos de la playa y el mar.

Pablo puso la bandeja en la mesa y sirvió los cafés. ¿De dónde había sacado una taza para él? De dulce trajeron una pequeña tarta de zanahorias con queso crema por encima. Menos mal que les dije algo bajo en calorías…

Nos sentamos y dimos un pequeño sorbo de nuestros cafés. Pablo cogió un trocito de tarta y mirándome con ojos juguetones la dirigió hacia mi. A todo esto Carlos no nos quitaba los ojos de encima, ahí parado como un pasmarote.

—Abre la boquita, es para ti cari— y dicho esto abrí grande la boca y degusté con gran pasión el trozo de pastel, creo que lo disfruté bastante y se lo hice notar a los dos.

Carlos no aguantó más y se dio la media vuelta por donde había venido con los puños cerrados a los costados de su cadera. Cuando desapareció no pudimos evitar el reírnos a carcajadas, casi se nos saltan las lágrimas de la risa.

—Oh dios ¿Has visto su cara?— dijo Pablo entre risas.

—Por favor no me lo recuerdes, encima lo del pastel ha sido la guinda para rematarlo— y ahí seguíamos riéndonos.

Y ahí estábamos los dos tomando café con un rico postre. Nos mirábamos de vez en cuando aún con la diversión en nuestros ojos por lo ocurrido hace un rato con Carlos. Ninguno de los dos mencionó nada del sobe que me dio por todo el cuerpo con la crema solar. La verdad si no se llega a aparecer Carlos, no sé cómo habría terminado la cosa…

—Espero que no te moleste que te llame cari o cariño. He pensado que le daría más realidad a todo esto— se llevó un trocito de carrot cake a la boca nada más decirlo, y me miraba esperando mi respuesta.

—Bueno, al principio me sonaba raro pero me di cuenta que lo hiciste para dar más realidad al asunto. No me molesta para nada. Por cierto, llegaste justo ahora que planeo irme a la playa. Hemos estado toda la mañana por ahí recorriendo la ciudad y lo único que me apetece es bañarme y disfrutar de este día maravilloso.— Un suspiro salió de mi boca mientras miraba al mar con ensoñación.

—Sabía que irías a la playa y por eso también vine con mi traje de baño. Esperaba acompañarte…

—Claro, por mi estupendo— dije medio sonriendo, no me parecía mal que viniera, así podría averiguar más cosas sobre todo de que se conocen ellos dos.

—Lo malo es que no traje protección solar,— tosí varias veces, casi me atraganto con un trozo del bizcocho de zanahoria— pero bueno eso es lo de menos porque tú tienes de sobra.

Es un descarado ¿no pretenderá que yo le de crema no? De repente mi mente me estaba jugando una mala pasada y me imaginaba a mi misma haciendo lo mismo que él había hecho por mi hace unos minutos, untando todo su cuerpo con crema, sus pectorales, sus hombros,… debo estar fatal hace mucho tiempo que no tengo sexo. Aparte de los dos meses que estaba sin Carlos, ya hacía semanas y puede que meses que no me tocaba. Que tonta soy, cómo no me di cuenta con todas las señales que habían. Hacía ya meses que siempre terminaba tarde del trabajo y llegaba a las tantas a casa, o peor, a veces ni llegaba y yo como una tonta enamorada me creí que se quedaba en el trabajo echando horas. Que tonta soy… No, no quiero seguir por este camino de pensamiento o empezaré a llorar. Me quiero hacer la fuerte, pero aún no estoy bien, a veces me vienen los recuerdos y me derrumbo. Como si Pablo se hubiera percatado de mis pensamiento, enseguida se dirigió hacia mi.

—¿Marina, estás bien?— m****a, seguro había visto mis ojos aguándose.

—Sí, perdona es que estaba pensando en algo. ¿Nos vamos a la playa? Estoy deseando darme un chapuzón.

Dicho esto, nos levantamos cogimos todas nuestras cosas y como no menos mal que Pablo pensó en llevar un parasol, porque por mucho protector solar que lleve seguro que acabo con quemaduras soy demasiado blanca. Prefiero ser precavida a parecer una gamba al día siguiente. Pablo cogió la crema solar y me lanzó una sonrisa ladeada con ojos juguetones. ¡Dios! Lo de la crema solar me lo va a recordar siempre, estoy segura de ello. 

Llegamos a la playa, no quisimos ponernos muy cerca del mar pues había mucha más gente y la mayoría jugando juegos de pala o pelota, decidimos ponernos un poco más apartados. Nos quitamos la ropa y nos lanzamos corriendo al mar, yo estaba ansiosa por bañarme y nadar un poco. No nos habíamos fijado que alguien nos estaba vigilando muy atentamente todos nuestros movimientos.

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