Abigail
Lo primero que hice nada más tocar tierra española fue pedir una cita con un obstetra de confianza que me recomendó una amiga de mi madre. Mi familia estaba radiante de felicidad, no solo había conseguido casarme con una gran fortuna, sino que parece que recobraríamos el estatus, el orgullo y la fama perdidos hace unos años por culpa de mi señor padre.
No solo estaba consiguiendo redimir el prestigio de mi familia, sino que iba a darles un heredero a los Fábregas, gracias al que heredarían todas las acciones que ese viejo puso en juego en su testamento. No me quejo, a mi me ha venido de perlas todo este lío del testamento. Por un lado gracias a él di con Carlos en aquel bar y pude meterme en su vida y en su cama como siempre había soñado desde el día que lo conocí. Él era el premio gordo y yo lo había logrado, él ahora era mi marido y nadie podía hacer nada, ni tan siquiera la sosa de Marina.
Tan pronto llegué a la clínica me hicieron un sin fin de preguntas de rigor. Allí