Al día siguiente, Laura empacó algunas cosas en silencio, sin muchas palabras. La despedida en la puerta del hospital fue emotiva. Marta y Carlos le prometieron que estarían allí, que cuidarían de Alex con todo su corazón, y que ella solo debía preocuparse por recuperarse.
La casa de Laura, en las afueras de Caracas, parecía extraña en comparación con la quietud del hospital. Los días en su hogar fueron un caos de sentimientos encontrados. La soledad, la tristeza y el alivio se mezclaban en su interior.
La primera noche fue difícil; la cama grande, vacía, parecía aún más fría sin la presencia de Alex. Pero también sintió que, por primera vez en mucho tiempo, podía respirar sin esa carga constante en el pecho.
Durante esos días, Marta y Carlos comenzaron a poner en marcha un plan para cuidar a Alex de manera organizada. La idea era que ellos se turnaran en guardias, rotando cada dos o tres horas, para estar siempre pendientes de cualquier cambio, de cualquier señal, aunque solo fuera