Las semanas siguientes trajeron consigo más progresos. Alex ya podía sentarse solo durante periodos más largos, e incluso dio sus primeros pasos con la ayuda de un andador y la supervisión constante de David. Cada logro era celebrado con entusiasmo por su pequeño círculo de apoyo. Empezó a recordar más cosas, a hilar conversaciones más complejas. Preguntaba por los avances tecnológicos que se había perdido, por los cambios en la política, por la vida de sus amigos. Era como un hombre que despertaba en un mundo familiar pero sutilmente alterado.
Un día, la doctora Ramírez entró con una sonrisa más amplia de lo habitual. "Tengo buenas noticias," anunció. "Si todo sigue progresando así, en un par de semanas podríamos empezar a hablar de darte el alta para que continúes la rehabilitación en casa."
La noticia llenó la habitación de una alegría electrizante. Alex miró a Laura, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y un atisbo de nerviosismo. ¿Volver a casa? Parecía un sueño lejano, c