Los días posteriores a la desaparición de Laura fueron una sombra densa que envolvió a Alex por completo. La ausencia en su hogar era un abismo insondable, y el silencio era más doloroso que cualquier discusión o traición. Durante las primeras noches, se despertaba esperando verla en el otro lado de la cama, con la sensación fantasma de su cuerpo junto a él. Pero cada vez que abría los ojos, la soledad le recordaba la verdad: Laura se había ido, y con ella, cualquier posibilidad de reconciliación.
El peso emocional lo paralizó los primeros días, pero Alex siempre había sido un hombre de acción, un líder, alguien que, por naturaleza, encontraba la manera de avanzar, incluso en medio del dolor. Y entonces, después de semanas de silencio y duelo, tomó una decisión: regresar a su empresa.
Cuando cruzó la puerta de Los Laureles, la compañía que él había construido desde sus cimientos, sintió una especie de alivio extraño. Era un entorno que conocía, un lugar donde cada decisión dependía