El reloj de la pared marcaba las 10:30 de la mañana. La luz tenue del sol entraba a través de las persianas, iluminando la pequeña sala de reuniones de la clínica. Laura se encontraba sentada al extremo de la mesa, con la vista fija en el papel que tenía frente a ella. La expresión en su rostro era una mezcla de fatiga, incertidumbre y determinación.
A su lado estaban Marta, Carlos y Helena, la responsable de Recursos Humanos. Todos sabían que lo que estaban a punto de decidir era un paso importante, quizás el más difícil en casi un año de incertidumbre.
“No puedo seguir así” —comenzó Laura, rompiendo el silencio—. “Han pasado casi doce meses desde que Alex entró en ese estado y, aunque hemos tenido momentos de esperanza, la realidad es que no hay cambios significativos. La medicina nos dice que probablemente su cerebro está en un estado de latencia, sin señales claras de recuperación.”
Marta asintió, con ojos llorosos pero firmes.
“Llevo días pensando en esto” —dijo—. “En que quizás,