La mentira sobre su hermana Sofía se quedó flotando en el aire entre ellos, denso e invisible. Alex pareció aceptarla sin dudar, volviendo su atención a la televisión con una confianza que le desgarró el alma a Laura. Para él, ella era incapaz de engañar. Para él, ella era su salvadora, la personificación de la lealtad. Y cada segundo que pasaba, esa imagen pura que él tenía de ella se convertía en una carga más pesada.
Los siguientes dos días fueron una tortura silenciosa. Laura se movía por el apartamento con una eficiencia robótica, cumpliendo con la rutina de cuidados, terapias y comidas. Pero por dentro, la conversación con Daniel se repetía en bucle. Su pregunta “¿Aún sientes algo por mí?” y el silencio de ella como respuesta, resonaban en su mente. Se dio cuenta de que la ambigüedad la estaba asfixiando.
No podía vivir suspendida entre dos mundos, con el miedo constante a que una llamada o un mensaje inoportuno hicieran estallar la frágil paz que tanto le había costado constru