El sonido de las sirenas comenzó a retumbar en los pasillos del edificio. Sebastián no pudo evitar mirar hacia la puerta, percibiendo la sensación de peligro inminente que envolvía todo el lugar. Había algo en la actitud de Javier que le hacía saber que, a pesar de todo, aún tenía un as bajo la manga. La sensación de haber sido atrapado en una trampa se apoderó de él por completo, pero, por más que intentó, no podía moverse de allí.
Javier, en su silla de ejecutivo, no parecía alarmado. De hecho, la calma con la que observaba a Sebastián solo añadía más tensión al ambiente. El hombre sabía algo que él aún no comprendía, y eso lo incomodaba profundamente. Durante años, Javier había sido un maestro del juego de poder, manipulando a todos a su alrededor para asegurarse de que su posición nunca fuera amenazada. Pero ahora, era él quien estaba frente a un abismo, y la pregunta era si Sebastián sería capaz de empujarlo al vacío o si sería él quien caería.
-No sé si lo sabías, Sebastián -dij