El día siguiente amaneció frío, con una niebla espesa que cubría la ciudad, una capa gris que parecía esconder secretos y promesas rotas. Sebastián caminaba por las calles con paso firme, pero su mente estaba lejos de allí, atrapada en el laberinto de decisiones que lo habían llevado a ese punto. A pesar de la claridad del sol, algo dentro de él seguía en sombras. La firma con Gutiérrez había marcado un punto de no retorno, y aunque sabía que había elegido el camino de la venganza, no podía sacudirse la sensación de que algo en su interior se estaba desmoronando.
El encuentro con Javier estaba cada vez más cerca. Sabía que no podía dar marcha atrás. Javier era la raíz de todos sus problemas, la persona que había estado detrás de tantas traiciones, engaños y destrucción. La venganza era su única respuesta, pero el precio por ella lo había alcanzado, y ahora se enfrentaba a la posibilidad de perder no solo su humanidad, sino también a las personas que más quería.
Se detuvo en una esquin