Su lengua exploró mi boca con una urgencia que me hizo temblar las piernas y mandaron punzadas eléctricas a mi vientre. Sentía mis venas arder a fuego lento, a punto de estallar.
Mi mente, mi juicio, todo el sentido común se fue a la mierda. Todos mis pensamientos estaban ensombrecido por el deseo, la lujuria y la necesidad de poseerlo. Frederick fue mi primera vez, el único hombre con el que he estado en esta vida. Él ha tenido todas mis primeras veces, tanto sexual como románticas.
No iba a permitir que nadie más tuviera lo que yo tengo. Él era mío. Si llegara a engañarme… Si llegara a engañarme… ¡No, eso era imposible! Frederick jamás me engañaría.
Sus manos exploraron mi cuerpo con urgencia, como si yo fuera el oxígeno que le faltara para poder vivir.
—Mío —gruñó Frederick contra mis labios. La palabra no era una promesa, era una declaración sellada con la fuerza con la que me aplastaba contra la fría pared de cemento del descansillo.
—Sí —jadeé, mis propias manos desgarrando su