••Narra Charlotte••
Los colores a mi alrededor se hicieron más intensos, todo parecía brillar al punto de parecer saturado. Pero había un color que predominaba en su totalidad. El rojo.
En especial, el rostro dela zorra que tenía frente a mí. No sólo me lo estaba imaginando de un tono rojizo. Quería que en verdad adquiriera ese color.
Mi esposo la tenía sujeta del cabello. Ella estaba semidesnuda, con su vestido arrugado en su mano y detrás de ellos dos, en su andadera, los ojos verdes y curiosos de mi bebé. Mi pequeño bebé había visto a esa desgraciada desnudarse frente a su padre.
La sangre me hirvió en las venas.
Los ojos de Frederick se abrieron de par en par, horrorizados. Soltó a Mónica como si le quemara.
—Charlotte, no es lo que piensas —dijo, levantando las manos en rendición, nervioso—. Ella se coló, se quitó la ropa, estaba sacándola… Yo no la invité a este lugar.
No le escuché. O sí, pero sus palabras eran un zumbido lejano. Mi mirada no estaba en él, sino en la zorra