••Narra Frederick••
La puerta del cuarto de hospital se cerró detrás de mí.
Me permití respirar por primera vez en todo el maldito día. Primero la anaconda, después Charles, ahora esto. Por lo menos, Charlotte y el bebé estaban bien. Ni el estrés de la canoa, ni la caída al lago, ni siquiera el ataque de Charles, le causó daño. Aunque aún faltaban los resultados del examen de sangre para quedarme tranquilo en su totalidad.
Me apoyé contra la fría pared del pasillo, sintiendo el peso del disco duro en mi bolsillo como si fuera de plomo. Las palabras de Charlotte aún resonaban en mis oídos, desde la admisión de su miedo a mi reacción, como la declaración de la inocencia de Klifor.
El mismo hombre al que he maldecido durante años. Desde mi juventud, he añorado con verlo tras las rejas, encerrado entre cuatro paredes, entre la miseria y las calamidades. Y lo conseguí, después de implementar un plan minucioso que acabó con su libertad.
Había pruebas contundentes en su contra, firmas